Edulcorantes artificiales pueden relacionarse con la depresión
Un nuevo estudio se suma a la evidencia cada vez mayor de que lo que se come a diario puede influir en la salud mental.
La investigación publicada en JAMA Network Open observó la relación entre los alimentos ultraprocesados y la depresión. Y encontró un vínculo cercano.
Aunque el proceso químico por el cual una persona sufre de depresión es todavía un misterio, la ciencia ha estado comprobando que los alimentos que se eligen en el mercado, terminan impactando no solo en la salud general, sino también en la mental.
La publicación analizó los patrones de alimentación y el estado mental de 31,000 mujeres de entre 42 y 62 años. El grupo de mujeres estudiado había formado parte del Estudio de Salud de las Enfermeras, una investigación observacional que duró décadas.
Observaron que las mujeres que comían hasta nueve raciones diarias de comida ultra procesada tenían hasta un 50% más de riesgo de desarrollar depresión, comparado con las que consumían cuatro o menos.
Aunque la lista de alimentos procesados es popular y extensa: comida rápida, salchichas, frituras, los que mostraron tener mayor impacto negativo en la salud mental durante el estudio fueron aquellos productos y bebidas que contenían edulcorantes artificiales.
A diferencia de la mayoría de los estudios que indagaron en el vínculo entre los alimentos ultra procesados y la salud mental, el nuevo trabajo analizó la alimentación antes que las mujeres presentaran síntomas de depresión.
Aunque se desconoce el mecanismo que asocia los alimentos ultra procesados con la depresión, datos experimentales recientes sugieren que los edulcorantes artificiales provocan una transmisión especial en el cerebro, que puede estar implicada en el origen de la depresión.
El estudio fue grande y extenso en el tiempo, pero no tuvo diversidad en sus participantes: la mayoría eran blancas no hispanas. Y no participaron hombres. También cabe aclarar que no se trató de un ensayo clínico sino un estudio observacional, por lo cual no se puede determinar una causalidad.
Entendiendo a la depresión
La depresión es un trastorno complejo que puede dispararse por muchas causas: el abuso infantil, el haber sufrido violencia doméstica, la muerte de un ser querido, incluso un fracaso de pareja son los escenarios más habituales que suelen desencadenar el trastorno.
Pero el espectro es mucho más amplio: un accidente, baja autoestima, heridas que no sanan, medicamentos que la persona esté consumiendo por otras afecciones (como betabloqueantes, estatinas, corticosteroides, medicamentos hormonales), historial familiar de depresión, ahora con más claridad los alimentos, las posibilidades son tantas que solo un especialista podrá llegar a la fuente y recomendar tratamientos apropiados.
Se trata de un trastorno del estado de ánimo que provoca un sentimiento constante o cíclico de desolación y pérdida de interés, en casi todos los aspectos de la vida de la persona.
No es fácil de detectar porque se "camufla" en un estado de tristeza temporal, o incluso de estrés.
Seguramente durante tu chequeo médico anual, tu médico de cabecera te pregunte sobre tu estado de ánimo, pueda detectar señales de alerta, y dar el primer paso en lo que será una cadena de ayuda.
La depresión es una de las afecciones de salud mental más comunes a nivel mundial: la padecen unas 350 millones de personas.
En Latinoamérica, el 5% de la población la sufre, aunque el porcentaje de personas que recibe tratamiento es muy bajo, indica la Organización Panamericana de la Salud (OMS).
El Instituto Nacional de Salud Mental estima que unas 16 millones de personas viven con depresión en los Estados Unidos.
La Asociación Americana de Psiquiatría sugiere que la combinación de antidepresivos con tratamiento psicológico funcionan bien en la mayoría de los pacientes. Combinar estrategias tiene una explicación: la gente suele abandonar más fácilmente a las píldoras que a los psicólogos. Si esto ocurre, el terapeuta será el balance para volver a encarrilar el tratamiento.
No es una tristeza pasajera
La tristeza es una emoción humana normal, la depresión es un estado mental que no lo es. Muchas veces, las dos palabras se confunden o se usan como sinónimos, especialmente en la comunidad hispana, al decir que una persona "está triste", cuando en realidad puede estar sufriendo de depresión, y necesitar ayuda.
Una distinción interesante que explica el doctor Guy Winch, autor de "Emotional First Aid: Healing Rejection, Guilt, Failure and Other Everyday Hurts", es que, en general, estamos tristes por algo. Hay disparadores de la tristeza, como un evento difícil, una pérdida, una ruptura. Es una sensación temporal, y en un período de tiempo corto, se diluye, se supera, y de repente ya no estamos tristes.
En cambio la depresión invade todos los aspectos de la vida, es como si de pronto la vida se pintara de gris. Y la palabra "menos" comienza a regir: todo es menos interesante, menos atractivo, menos importante. Nada vale la pena. Domina el enojo y la frustración, y cada vez lleva más tiempo rearmarse.
Muchas veces, la misma persona no es capaz de reconocerse en ese pantano emocional, y es un amigo, una pareja, un ser querido, el que comienza a ver las señales de alerta. Es el momento de pedir ayuda.
Síntomas
Las entidades científicas identifican los siguientes síntomas como las señales de alerta más notorias, aunque pueden no ser las únicas:
- Un estado de irritabilidad permanente
- Cambios en el apetito y el peso
- Trastornos del sueño (puede ser insomnio o dormir mucho)
- Sentir cansancio o una sensación de lentitud durante el día
- Tener la energía muy baja
- Tener sentimientos de culpabilidad, o sentir que nada tiene sentido
- Problemas con la capacidad de enfocar en una actividad, o perder fácilmente la concentración.
- Perder la habilidad de tomar decisiones
- Tener pensamientos de muerte o suicidio
Esta historia se produjo utilizando contenido de estudios o informes originales, y de otras investigaciones médicas y fuentes de salud, y salud pública, destacadas en enlaces relacionados a lo largo del artículo.
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