Plasma de convaleciente: en qué consiste este tratamiento contra el coronavirus
Tras la adopción de cuarentenas o distanciamientos sociales para controlar la expansión del nuevo coronavirus (COVID-19), las autoridades del todo el mundo enfrentan un nuevo desafío: retomar las actividades sin poner en riesgo a la población. Entre las diferentes opciones que se evalúan para tratar la enfermedad se encuentra la posibilidad de utilizar anticuerpos. Aquí te contamos en qué consiste la terapia de plasma de convaleciente y por qué algunos científicos creen que podría funcionar.
A fines de marzo la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA) aprobó el uso de plasma de convaleciente para los casos más graves de COVID-19. No solo eso, pidió a los estadounidenses que se han recuperado que donen su plasma sanguíneo para ayudar a combatir a la pandemia de coronavirus.
El plasma contiene anticuerpos contra el nuevo coronavirus, y se podría utilizar para hacer tratamientos para los pacientes con COVID-19 enfermos de gravedad, explicó el comisionado de la FDA, el Dr. Stephen Hahn.
"La experiencia anterior con virus respiratorios y los datos limitados que han salido de China sugieren que el plasma de convaleciente tiene el potencial de reducir la gravedad o acortar la duración de la enfermedad provocada por la COVID-19", señaló Hahn.
El plasma de convaleciente se conoce desde hace más de un siglo y ya se ha empleado con efectividad para otras afecciones, como la gripe española, la fiebre hemorrágica, en Argentina, la polio, y ante epidemias como la del Ébola, Síndrome respiratorio agudo grave (SARS) y Síndrome respiratorio por coronavirus de Oriente Medio (MERS), o pandemias, como la de la gripe A (H1N1).
¿Qué es el plasma de convaleciente?
Esta práctica consiste en utilizar los anticuerpos y otras moléculas del sistema inmunológico de una persona que se haya recuperado de una infección e inyectarlas en un paciente enfermo con el objetivo de acortar la duración o disminuir la gravedad de sus síntomas.
Los anticuerpos son proteínas que produce nuestro sistema inmunológico para atacar a ciertos antígenos, como virus, bacterias o alérgenos. Dependiendo el agente invasor, se producirá un determinado anticuerpo. Existen 5 tipos:
- Inmunoglobulina M (IgM): normalmente se encuentra en la sangre y en el líquido linfático. Es el primer anticuerpo que el organismo genera para enfrentar una infección.
- Inmunoglobulina G (IgG): es el más abundante en los líquidos corporales. Brinda protección contra infecciones virales y bacteriales.
- Inmunoglobulina A (IgA): se halla en gran cantidad en las membranas mucosas, en la saliva y las lágrimas.
- Inmunoglobulina E (IgE): se encuentra en los pulmones, piel y membranas mucosas. Está asociado especialmente a las reacciones alérgicas.
- Inmunoglobulina D (IgD): existe en pequeñas cantidades en la sangre y es la menos conocida en cuanto a su función biológica.
Respecto al uso de pruebas de anticuerpos (análisis que registran la presencia de estas proteínas en el organismo) cómo una forma de detección del COVID-19, la Sociedad Argentina de Infectología (SADI) dijo a HolaDoctor que "durante la respuesta del sistema inmunológico a la infección por el virus se puede determinar la presencia de anticuerpos IgM e IgG en sangre".
Esto se debe a que, tras la infección, "se generan anticuerpos de tipo IgM (aunque al parecer se apreciarían aproximadamente entre 5 y 7 días tras la infección, mientras que los test los detectan mejor entre los 8 y 14 días) y pasados días aparecen los anticuerpos de tipo IgG (aproximadamente entre 15 y 21 días).
Según la SADI esta práctica podría ser útil para "incrementar la sensibilidad diagnóstica de personas infectadas, lograr un seguimiento más completo del personal sanitario, mejorar la predicción de la infección en contactos sanos, obtener información de la población general y posibilitar el análisis cinético de la respuesta inmunitaria".
Inyectar anticuerpos
Además de obtener un mapa más preciso de la infección, el uso de anticuerpos se mantiene en el radar de muchos investigadores con otro fin, el de recurrir a un tratamiento médico que cuenta con años de uso: el plasma de convaleciente.
A fines de marzo, New York Blood Center se convirtió en el primer centro en EE. UU. en recolectar sangre de personas recuperadas de COVID-19. Médicos del Sistema de Salud del hospital Mount Sinai de Nueva York están enviando pacientes recuperados (y dispuestos a hacerlo) a este centro, que recolecta el plasma, lo procesa y brinda la terapia rica en anticuerpos a los hospitales para tratar a otros pacientes con COVID-19.
Las autoridades explican que para donar plasma se deben cumplir con algunos requisitos: haber dado positivo para COVID-19, recuperarse y no mostrar síntomas durante dos semanas, alcanzar los niveles suficientes de anticuerpos en plasma, y haber dado negativo al virus al momento de realizar la donación.
Antes de utilizar cualquier muestra, los médicos analizarán el plasma para detectar la presencia de otras enfermedades infecciosas. Se estima que los donantes pueden llegar a producir plasma suficiente para tratar entre dos y tres pacientes. La donación no debería debilitar al donante ni afectar el funcionamiento de su sistema inmunológico.
Recientemente en México, Jorge Enrique Trejo, director general del Centro Nacional de la Transfusión Sanguínea, señaló que se está investigando el uso de plasma de convaleciente como tratamiento contra el COVID-19, aunque aclaró que se encuentra en un nivel experimental. Una situación similar se puede observar en Colombia, España, o Argentina, entre otros. En estos casos, también se pretende recurrir a esta opción para tratar los casos más graves o que no responden a las terapias aprobadas de emergencia.
Nuevos estudios mostraron los efectos positivos que este tratamiento podría tener sobre los pacientes infectados con COVID-19. Por ejemplo, un trabajo publicado en Journal of Medical Virology analizó sus efectos en 6 pacientes, encontrando que una disminución general de los síntomas y la eliminación del virus en dos de los casos.
En otro estudio, publicado en PNAS, se realizó una trasfusión de plasma a 10 pacientes, y, tras una semana del tratamiento, se observó una mejora en sus síntomas. En ambos casos, los investigadores señalaron que no se observaron efectos secundarios.
Muchos expertos coinciden en que este tratamiento ofrece una ventaja importante, en comparación, por ejemplo, al desarrollo de vacunas que puede tomar años. Aunque por el momento, la evidencia que respalda su uso para el coronavirus proviene de muestras pequeñas, por lo que deben realizarse ensayos clínicos más grandes para conocer con certeza sus resultados.
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