¿Hay que pelar los tomates?
Es común que muchas personas pelen los tomates aduciendo que no pueden digerir su piel, y otras extraen también las semillas. Pero en personas sanas, esta costumbre no tiene sentido, y además se eliminan valiosos nutrientes de este alimento.
Existe el mito de que los tomates pelados son mucho más fáciles de digerir. En personas sanas, esta creencia no tiene razón de ser, ya que junto con la piel se estarán eliminando valiosos nutrientes.
El tomate es rico en potasio, vitamina C, fibra y carotenoides como el betacaroteno y el pigmento antioxidante licopeno. El consumo habitual de tomate y sus derivados puede ayudar a reducir el riesgo de contraer cáncer de próstata y del tracto digestivo. Y un estudio de la Universidad Mediterránea de Marsella, en Francia, demostró que si el tomate se consume con piel, se aprovechan mucho mejor sus beneficiosas cualidades.
Durante la investigación se analizó la absorción de carotenoides en 8 hombres sanos que consumieron pasta de tomates con y sin piel. La pasta de tomate con un 6% de piel contiene un 58% más de licopeno y un 99% más de betacaroteno que la que no la incluye. Por eso al elegir la primera, el organismo puede aprovechar mucho más estos nutrientes.
El Centro Médico de la Universidad de Maryland informa que la piel del tomate también es rica en fitoquímicos como la quercetina, que le da su color, que es un poderoso antioxidante que ayuda a reducir los radicales libres que dañan la membrana celular.
En algunas personas con alteraciones digestivas, el consumo de la piel del tomate está contraindicado. Por ejemplo en quienes sufren de diverticulitis; los divertículos son pequeñas bolsas o sacos que se forman en las paredes internas de los intestinos, más frecuentemente en el intestino grueso o colon.
Una vez presentes, los divertículos no se eliminan del intestino y hay que convivir con ellos siguiendo una dieta especial para prevenir su inflamación o ulceración. Esta dieta debe incluir más cantidad de fibra para permitir una evacuación rápida de los intestinos, pero que contenga la menor cantidad posible de partículas no digeribles ya que se pueden depositar en los divertículos causando inflamaciones y ulceras.
Una dieta adaptada a la existencia de divertículos debe eliminar el consumo de frutas y verduras con cáscara o piel, los frijoles y guisantes, granos gruesos y verduras con semillas (a menos que éstas se retiren antes).
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