Los alimentos con más calorías ¿dan más saciedad?
Un estudio demostró que la ghrelina, también llamada la hormona del hambre, se activa más en presencia de bebidas o alimentos más cargados de calorías. Y permite sentir más o menos saciedad según el entorno donde se consuman estos alimentos.
Alia Crum, psicóloga clínica de la Escuela de Negocios de Columbia, en Nueva York, pasó muchos años estudiando el efecto placebo, en donde una píldora de azúcar puede llegar a modificar la percepción de quien las toma. Y se le ocurrió plantear que en el caso de las etiquetas nutricionales podría funcionar del mismo modo, afectando con las creencias hasta el propio funcionamiento del organismo y la forma de procesar los nutrientes.
Crum explica que durante años, los científicos creyeron que los niveles de ghrelina u hormona del hambre, actuaban según el tipo de nutrientes que había en el estómago. Y que respondía de un modo distinto si se había comido mucho y si se había comido poco. Sin embargo, un estudio reciente demostró que no funciona de ese modo.
En el estudio en cuestión, la experta preparó una partida de batido de vainilla que dividió en dos contenedores. Uno de ellos se etiquetó como “Sensishake”, donde cada vaso decía aportar 140 calorías, con 0% de grasas y 0% de azúcar agregada. El otro, con el nombre de “Indulgente”, decía tener 620 calorías, azúcar, grasas, y ser “un enemigo para las caderas. La verdad era que cualquier vaso que hubieran elegido los voluntarios hubiera aportado 380 calorías ya que obviamente, se trataba de la misma bebida, pero con otro nombre.
Durante el estudio se tomaron muestras de sangre de los voluntarios para medir las concentraciones de ghrelina. Tras tomar el batido “Indulgente”, o de más calorías, se evidenció una baja de ghrelina tres veces mayor, en tanto que en el otro batido casi no se registró actividad. Esto demuestra que la saciedad varió según se creyera que el alimento era más o menos alto en calorías.
Cuando aumenta la concentración de ghrelina en el estómago, ésta manda señales al cerebro que le indican al cuerpo que llegó la hora de salir a buscar alimento. Después de comer en forma abundante, disminuye la concentración de esta hormona, y se activa el metabolismo para quemar las calorías ingeridas. Esto no ocurre si se comió solo una ensalada o una comida frugal.
Aunque hacen falta más pruebas, la autora del estudio asegura que el experimento ayuda a comprobar que el modelo metabólico que registra las calorías consumidas y las calorías quemadas, no toma en cuenta lo que pensamos sobre lo que comimos. Es aún un misterio explicar por qué funciona de este modo, y aunque la gente no quiera aceptar que las creencias influyen, en realidad lo hacen, y mucho.
© 2024 Pan-American Life