Qué son los radicales libres y cómo afectan nuestro cuerpo
Muchas veces nos preguntamos por qué alguien con nuestros mismos años se encuentra o se ve mejor que nosotros. Esas desigualdades pueden deberse a una de nuestras edades.
Sí, leíste bien, para la ciencia todos tenemos dos edades. Una es la biológica, que mide el deterioro o envejecimiento de todas nuestras células, y la otra es la cronológica, determinada por la cantidad en años que tenemos.
Las principales diferencias al momento de llegar a la vejez son producto de la edad biológica. Por lo que una pregunta lógica sería ¿qué podemos hacer para controlar o cuidar esa edad y así llegar de la mejor manera?
Muchos expertos investigaron los distintos factores que influyen en ese proceso y coinciden en que los radicales libres son uno de los aspectos más importantes para tener en cuenta. Aquí veremos por qué.
El envejecimiento o vejez prematura es el daño que puede sufrir nuestro organismo por diferentes causas:
- Herencia genética.
- Consumo de alcohol o tabaco.
- Mala alimentación.
- Exposición excesiva al sol y a las radiaciones.
- Sedentarismo.
Estos hábitos pueden determinar el nivel de oxidación celular de nuestro cuerpo, es decir, el deterioro de nuestras células.
Este es un proceso perfectamente normal que surge de las interacciones entre radicales libres, sustancias inestables producto de muestro metabolismo, y el organismo.
Los radicales libres tienden a interactuar fácilmente con su entorno y así generar grandes cadenas de reacción a lo largo del cuerpo que pueden ser dañinas.
Para contrarrestar esos efectos existen los antioxidantes, sustancias capaces de estabilizar a los radicales libres, y disminuir sus efectos sobre las células.
Cuando los radicales libres son superiores a los antioxidantes, pueden comenzar a dañar el tejido graso, el ADN y las proteínas, aumentando el riesgo de muchas enfermedades:
- Aterosclerosis.
- Cáncer.
- Diabetes.
- Enfermedad de Alzheimer.
- Enfermedad de Parkinson.
- Inflamación crónica.
- Problemas cardíacos.
Además de la aparición de estas enfermedades, la presencia de radicales libres favorece el envejecimiento prematuro, que se manifiesta con la aparición temprana de distintos síntomas, como pérdida de memoria, falta de coordinación, manchas o arrugas en la piel, pérdida de cabello, y debilidad ósea, entre otras.
Esta condición no se debe confundir con la progeria o síndrome de Hutchinson-Gilford, un trastorno genético extremadamente raro que acelera el envejecimiento en los niños, reduciendo su calidad y años de vida.
¿Envejecemos más rápido?
A pesar de su joven vida, la teoría del envejecimiento por acción de los radicales libres es respaldada por una amplia evidencia científica.
En los primeros trabajos, que se realizaron en ratones, se observó que los radicales libres aumentaban a medida que los roedores envejecían.
Con el tiempo, otro aspecto comenzó a tomar relevancia respecto a este mecanismo de envejecimiento. Los científicos señalaron que los radicales libres producidos específicamente en las mitocondrias (parte esencial de las células) son los que afectan a las sustancias necesarias para un buen funcionamiento fisiológico.
Este daño causa mutaciones que producen más radicales libres, acelerando la aparición de estrés oxidativo y explicando así, un posible envejecimiento acelerado.
Sin embargo, al ser un campo de análisis relativamente joven, los expertos desconocen si la formación de radicales libres es inevitable con la edad.
Recientemente, investigadores de la Universidad de Valencia analizaron 12 artículos con información de 646 participantes de edad avanzada, y encontraron que aquellos que superaban los 90 años o incluso llegaban a los 100 tenían un menor daño oxidativo y niveles más altos de vitamina A y E (ambas fuentes ricas en antioxidantes).
Esto respalda la idea de muchos investigadores, que sostienen que una forma de disminuir la incidencia de estos agentes dañinos es sumando más antioxidantes a la dieta.
Esto puede lograrse consumiendo: aceitunas, ajo, bayas, brócoli, cebollas, ciruelas, cítricos, cúrcuma, frutos secos, guindas, pasas, pescado, té verde, tomates, vegetales de hoja verde o zanahorias, entre otros alimentos.
Otro aspecto fundamental para reducir la formación de radicales libres es adoptando hábitos de vida saludables:
- Realizar ejercicio regularmente, incluso las caminatas moderadas son un buen comienzo.
- Tener cuidado al manipular productos químicos, ya sean de limpieza, jardinería o de uso industrial.
- Ser consciente de la contaminación ambiental y evitar el uso excesivo de automóviles.
- Cuidarse de la radiación, como la que ocasiona la sobrexposición a las pantallas.
- Dormir lo suficiente, para mantener el cuerpo sano y lograr un buen rendimiento tanto físico como mental.
- Disminuir el consumo de alcohol.
- Utilizar protector solar.
- No fumar.
Fuentes consultadas: Administración de Alimentos y Medicamentos de EE. UU. (FDA), Base Exhaustiva de Datos de Medicamentos Naturales, Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Escuela de Medicina Harvard.
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