La mitad de las personas con VIH tienen más de 50 años
El desarrollo de los tratamientos antirretrovirales transformaron a la infección por VIH en una condición crónica. Las personas diagnosticadas a mediados de los años 90 que se beneficiaron de estas drogas lograron tener vidas normales y lo que nunca se pensó que iba a poder pasar: están envejeciendo.
Crédito: iStockAsí lo indica un nuevo análisis de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), que revela que la mitad de las personas que viven con VIH en el país tienen 50 años o más.
Antes de la era de los cócteles de drogas, que lograron frenar el avance del virus en el organismo y hasta hacerlo indetectable, la sobrevida luego de un diagnóstico era de dos años: al no haber medicinas efectivas el seropositivo rápidamente desarrollaba Sida. Hoy, algunas de las personas con VIH bajo tratamiento están cumpliendo 70 años.
El dato que no es buena noticia es que no sólo tienen 50 años o más las personas con VIH que están recibiendo tratamiento antirretroviral desde hace décadas, sino que hay un alza de nuevas infecciones en seniors.
Los CDC indican que el 21 por ciento de los nuevos diagnósticos de VIH en 2013 fueron en personas de 50 años o más. Ese año, el 27 por ciento de los nuevos diagnósticos de Sida ocurrieron en esa franja de edad.
Una combinación de factores parecen ser la causa de estas nuevas infecciones: los mayores no tienen incorporado culturalmente el uso del preservativo, y no hablan con sus doctores de su vida sexual.
Según explicó el doctor Jonathan Appelbaum, de la American Academy of HIV Medicine, "los pacientes mayores no reconocen el riesgo, y los proveedores de salud pueden no hablar con ellos sobre los factores de riesgo y sobre la prueba de VIH".
Los CDC recomiendan que todas las personas de 13 años y más se hagan la prueba de VIH al menos una vez en la vida, la frecuencia del test varía dependiendo del riesgo de exposición.
Los médicos sugieren que los mayores de 50 se realicen la prueba y revisen sus prácticas sexuales, en especial aquéllos que no son monógamos o que, por la muerte del cónyuge o por un divorcio, vuelven a estar activos en la arena sexual.
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