Cuáles son y cómo funcionan las grasas corporales
Cuando de grasas se trata, malas noticias se esperan. Esto se debe a que suelen estar asociadas a problemas de salud.
Pero, de la misma manera que en el ámbito alimenticio podemos distinguir las grasas "malas" (trans o saturadas) de las "buenas" (insaturadas), en nuestro cuerpo ocurre algo similar. Conoce aquí cuáles son las grasas corporales y cómo funcionan.
¿Qué es la grasa?
Para muchos puede ser una sorpresa, pero el tejido adiposo o graso es un órgano.
Si bien en un comienzo se creía que era inerte, porque cumplía funciones como amortiguador, protegiendo y manteniendo en su lugar a otros órganos internos o estructuras externas del cuerpo, las recientes investigaciones modificaron su categoría a órgano endocrino complejo.
Esto se debe a que su rol es más extenso, e incluye sintetizar proteínas y controlar diversas funciones relacionadas con el metabolismo, produciendo hormonas, factores de coagulación y moduladores de la respuesta inmune.
Los científicos distinguen dos grandes tipos de tejidos adiposos que se encuentran en los mamíferos: el blanco y el marrón o pardo:
Grasa blanca
Este tipo de tejido conforma el 20% del peso corporal de los hombres que no tienen sobrepeso u obesidad, y el 25% en las mujeres.
Funciona como un reservorio de energía, que, en caso de necesidad, se metaboliza en forma de glucosa para que la insulina, hormona que produce el páncreas, distribuya entre las diferentes células del organismo.
Suele acumularse en la zona superior del cuerpo (cara, cuello o espalda), en las extremidades, tanto inferiores (piernas) como superiores (brazos), en el abdomen, en la cintura y zonas de la cadera, o en los muslos.
La región de acumulación corresponderá a un tipo de sobrepeso u obesidad específico, ya sea por hábitos sedentarios o problemas nerviosos.
Sin embargo, una mala alimentación (rica en ácidos grasos y carbohidratos) es el principal factor para que la grasa blanca aumente, causando un exceso de peso con los respectivos problemas para la salud que eso genera, especialmente a nivel cardiovascular.
Grasa marrón
También llamada oscura o parda, la grasa marrón se encuentra en menor cantidad que su contraparte blanca. Hay pequeñas cantidades a lo largo de la columna vertebral y en el cuello.
En los humanos, la grasa marrón es de especial importancia en el recién nacido, donde representa hasta el 5% de la grasa corporal. Y si bien persiste en pequeñas cantidades durante la vida adulta, no sigue proliferando.
Su función principal es metabolizarse con la finalidad de producir calor en respuesta al frío.
Esto quiere decir que quema energías para mantener el calor corporal, consumiéndolas en lugar de almacenarlas.
Algunos especialistas creen que se ubica en la columna y el cuello porque es una zona que le permite calentar con mayor facilidad los vasos sanguíneos.
Si bien hay mucho interés en encontrar otras formas de aumentar la función de la grasa marrón, hasta el momento no hay pruebas de que alterando nuestra alimentación pueda generarse una mayor cantidad.
Sin embargo, hay mucho interés en su producción, sobre todo por parte de los productores de medicamentos.
Qué recomiendan los especialistas
El cuerpo de cada persona reacciona de forma diferente frente a los distintos tipos y cantidades de grasa.
Todavía no se sabe por qué, aunque muchos profesionales descartan que se trate exclusivamente de una cuestión genética.
Una posible respuesta puede encontrarse en la microbiota, es decir, los microbios que viven en el intestino e interactúan con las grasas dietéticas.
Se cree que la composición de estos microorganismos puede diferir ampliamente entre las personas y afectar la forma en que se metabolizan las grasas, aunque aún se necesita continuar estudiando este vínculo para llegar a una conclusión.
En lo que sí coinciden los expertos, es que concentrarse en la ciencia de las dietas es una actividad muy compleja, por ello se prefiere hablar de patrones dietéticos saludables, en lugar de enfoques sobre nutrientes individuales.
Los Institutos Nacionales de Salud (NIH) recomiendan seguir estos consejos:
- Come alimentos de origen vegetal, estos contienen grasas saludables e importantes dosis de vitaminas y minerales.
- Incluye aceites vegetales en tu dieta, como el de canola, cártamo, cacahuete o maní, girasol, maíz, nuez, oliva o soya.
- Limita las carnes rojas grasosas e incorpora más cortes magros, aves y pescado, como salmón, atún o caballa.
- Reduce los azúcares y reemplaza los granos procesados, como el pan y el arroz blancos, por sus variantes integrales.
- Reemplaza untables como la mantequilla, margarina o queso crema, por aderezos a base de aceite.
- Bebe leche descremada o baja en grasa (1%) en lugar de la reducida en grasa (2%) o entera.
- Agrega queso bajo en grasa a pizzas, pastas y platos combinados.
- Para preparar tus postres o platillos, utiliza yogur natural bajo en grasa en lugar de crema o crema agria.
Fuentes consultadas: Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU., Clínica Mayo, Departamento de Agricultura de EE. UU., Institutos Nacionales de Salud.
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