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Trabajo y depresión: cómo el ambiente laboral impacta en la mente

Publicado - Por HolaDoctor

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Un nuevo estudio profundiza en una relación compleja: el ambiente laboral y la salud mental. Cada vez más evidencia científica muestra que los entornos de trabajo tensos, en donde se verticaliza el poder, no se aplauden los logros y el acoso permanece impune, son las zonas cero para aumentar el riesgo de afecciones psicológicas, con la depresión a la cabeza. 

Aunque hacen falta más estudios, los investigadores ya dicen que ya pueden inferir que la exposición a algunas condiciones laborales se asocia con un mayor riesgo de aparición de trastornos depresivos. Sin embargo, todavía se debate la causalidad de la asociación. 

Cada vez hay más pruebas de la eficacia de las intervenciones para proteger y promover la salud mental y el bienestar en el lugar de trabajo; sin embargo, hay un enfoque desproporcionado en las intervenciones dirigidas a trabajadores y enfermedades individuales, en comparación con las acciones para mejorar las condiciones laborales generales y, por ende, los resultados de salud mental de todo el grupo de trabajo. 

Además, la investigación sobre el trabajo y la salud mental se realiza principalmente en países de altos ingresos y, a menudo, no se dirige a los trabajadores en posiciones socioeconómicas más bajas, que se suelen ser los más afectados por las políticas laborales opresivas. 

El trabajo reciente analizó estudios sobre entornos de trabajo y salud mental realizados entre 2011 y 2017, y concluyó que el acoso laboral se relacionó con un aumento de 2,58 veces en el riesgo de trastornos depresivos, y fue el factor que más influyó en la salud mental en el lugar de trabajo. 

Otros componentes del estrés psicosocial en el trabajo que se asociaron con resultados adversos de salud mental incluyeron:

  • la inseguridad laboral, 
  • el aumento de las demandas laborales y emocionales en el lugar de trabajo, y 
  • el escaso apoyo social

Definiendo a la depresión

La depresión es un trastorno complejo que puede dispararse por muchas causas: el abuso infantil, el haber sufrido violencia doméstica, la muerte de un ser querido, incluso un fracaso de pareja son los escenarios más habituales que suelen desencadenar el trastorno.

Pero el espectro es mucho más amplio: un accidente, baja autoestima, heridas que no sanan, medicamentos que la persona esté consumiendo por otras afecciones (como betabloqueantes, estatinas, corticosteroides, medicamentos hormonales), historial familiar de depresión, ahora con más claridad los alimentos, las posibilidades son tantas que solo un especialista podrá llegar a la fuente y recomendar tratamientos apropiados.

Se trata de un trastorno del estado de ánimo que provoca un sentimiento constante o cíclico de desolación y pérdida de interés, en casi todos los aspectos de la vida de la persona.

No es fácil de detectar porque se "camufla" en un estado de tristeza temporal, o incluso de estrés.

Seguramente durante tu chequeo médico anual, tu médico de cabecera te pregunte sobre tu estado de ánimo, pueda detectar señales de alerta, y dar el primer paso en lo que será una cadena de ayuda.

La depresión es una de las afecciones de salud mental más comunes a nivel mundial: la padecen unas 350 millones de personas. 

En Latinoamérica, el 5% de la población la sufre, aunque el porcentaje de personas que recibe tratamiento es muy bajo, indica la Organización Panamericana de la Salud (OMS).

El Instituto Nacional de Salud Mental estima que unas 16 millones de personas viven con depresión en los Estados Unidos. 

La Asociación Americana de Psiquiatría sugiere que la combinación de antidepresivos con tratamiento psicológico funcionan bien en la mayoría de los pacientes. Combinar estrategias tiene una explicación: la gente suele abandonar más fácilmente a las píldoras que a los psicólogos. Si esto ocurre, el terapeuta será el balance para volver a encarrilar el tratamiento.

Síntomas

Las entidades científicas identifican los siguientes síntomas como las señales de alerta más notorias, aunque pueden no ser las únicas:

  • Un estado de irritabilidad permanente
  • Cambios en el apetito y el peso
  • Trastornos del sueño (puede ser insomnio o dormir mucho)
  • Sentir cansancio o una sensación de lentitud durante el día
  • Tener la energía muy baja
  • Tener sentimientos de culpabilidad, o sentir que nada tiene sentido
  • Problemas con la capacidad de enfocar en una actividad, o perder fácilmente la concentración.  
  • Perder la habilidad de tomar decisiones
  • Tener pensamientos de muerte o suicidio

Además de los tratamientos clínicos, existen hábitos de vida saludables que pueden ayudar a sentirse mejor:

Concentrarse en el cuidado personal. Controlar el estrés con actividades como la meditación o el tai chi. Comer sano, hacer ejercicio y dormir lo suficiente. La mayoría de los adultos necesitan dormir entre 7 y 9 horas cada noche. Evitar el consumo de alcohol y drogas recreativas, que pueden empeorar los síntomas y hacer que la depresión sea más difícil de tratar.

Establecer metas pequeñas y alcanzables. Establecer objetivos realistas para generar confianza y motivación. Un objetivo al inicio del tratamiento puede ser tender la cama, almorzar con un amigo o salir a caminar. Desarrollar metas más grandes a medida que el cuadro mejora.

Conocer las señales de advertencia. Reconocer los desencadenantes de la propia depresión y hablar con el médico y/o profesional de salud mental si se notan cambios inusuales en cómo se siente, piensa o actúa. Si es necesario, el médico puede ajustar su medicación de forma segura. Escribir cómo se siente día a día (estados de ánimo, sentimientos, reacciones) para detectar patrones y comprender los desencadenantes de la depresión.

Educar a familiares y amigos sobre la depresión mayor. Pueden ayudar a notar señales de advertencia de que la depresión puede estar regresando.

Buscar apoyo. Ya sea que se encuentre aliento en familiares o en un grupo de apoyo, mantener relaciones con los demás es importante, especialmente en tiempos de crisis o momentos difíciles.

Seguir el plan de tratamiento. Incluso si se siente mejor, no dejar de ir a terapia ni de tomar los medicamentos. La suspensión abrupta de la medicación puede provocar síntomas de abstinencia y el regreso de la depresión. Trabajar con el médico para ajustar las dosis o medicamentos, si es necesario, para continuar con un plan de tratamiento.

Participar en un programa de educación para el autocuidado  puede ayudar a los pacientes a controlar la depresión y sus síntomas, como ansiedad, estado de ánimo deprimido, cansancio y cambios en el apetito.

Esta historia se produjo utilizando contenido de estudios o informes originales, y de otras investigaciones médicas y fuentes de salud, y salud pública, destacadas en enlaces relacionados a lo largo del artículo.

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