5 mitos y falsas creencias sobre las vacunas contra la COVID-19
Desde su comienzo, la pandemia de COVID-19 se vio acompañada por una infodemia.
Esto es una sobreabundancia de información, que, muchas veces deliberadamente, busca difundir ideas erróneas que pueden afectar las respuestas de salud pública contra la pandemia. The Boston Globe presenta 5 mitos y falsas creencias sobre las vacunas contra la COVID-19, y cuál es la verdad al respecto.
MITO 1
El desarrollo de las vacunas contra la COVID-19 fue demasiado rápido para que sean seguras
REALIDAD: Es comprensible que las personas tengan esta preocupación. Las vacunas se pusieron en marcha en un tiempo récord, dos de ellas utilizando una tecnología innovadora. Incluso, la entidad gubernamental que lideró el esfuerzo lo denominó "Operación a la Velocidad de la Luz".
Pero en realidad, la tecnología de ARNm detrás de las vacunas Pfizer y Moderna se ha estado estudiando durante casi dos décadas, y una característica clave de la tecnología es su capacidad para fabricar vacunas rápidamente.
En las pruebas de seguridad y eficacia de las vacunas, nada se ha dejado al azar. Se siguió el mismo proceso que con cualquier vacuna, pero para acelerar las cosas, las compañías farmacéuticas realizaron diferentes fases de la investigación de una manera simultánea, en lugar de secuencialmente.
Los voluntarios se inscribieron enseguida y los fabricantes de los fármacos empezaron a hacer la vacuna incluso antes de saber si la vacuna sería autorizada, así que las dosis estaban listas de inmediato.
Al decidir permitir las vacunas para uso de emergencia, la FDA contaba con vasta evidencia de estudios que involucraban a decenas de miles de voluntarios. Y en los meses desde entonces, después de que millones de personas las han recibido, las vacunas siguen demostrando su seguridad y eficacia.
MITO 2
Las vacunas contra la COVID-19 alteran el ADN de las personas
REALIDAD: Ese rumor surgió, muy probablemente, porque dos de las vacunas utilizan métodos genéticos que la mayoría de nosotros no entendemos: el ARN mensajero, abreviado como ARNm. Pero no necesitas un curso de genética para comprender este simple hecho: la vacuna de ARNm no puede afectar tu ADN porque nunca se acerca a él. Ingresa en la célula, pero no tiene acceso al núcleo donde se almacena el ADN.
En su lugar, el ARNm instruye a las células cómo producir la "proteína en espiga" del coronavirus, lo que provoca que el cuerpo cree anticuerpos. Ambos, el ARNm y la proteína en espiga, se disuelven rápidamente, pero los propios anticuerpos del cuerpo permanecen, listos para atacar al coronavirus real si aparece.
MITO 3
Las vacunas contra la COVID-19 pueden causar infertilidad
REALIDAD: No es verdad. El rumor aparentemente surgió de otro malentendido de la biología humana. Un informe incorrecto en las redes sociales dijo que la proteína en espiga en el coronavirus es la misma que otra proteína en espiga implicada en el crecimiento de la placenta, afirmando falsamente que las vacunas podrían atacar a la placenta. Pero eso es incorrecto. Las dos proteínas son completamente diferentes, y la vacuna no ataca a la placenta ni afecta la fertilidad.
MITO 4
Las vacunas contra la COVID-19 contienen ingredientes misteriosos que podrían tener efectos a largo plazo
REALIDAD: No hay misterio alguno. Los ingredientes de la vacuna figuran en el sitio web de los CDC. Incluyen ingredientes típicos de la vacuna, como una cápsula de grasa para proteger el ARNm, sales y un poco de azúcar. No incluyen tejido pulmonar fetal ni microchips para que puedan rastrearlo. Esas son teorías de conspiración, sin ninguna base real.
En los casos excepcionales en que las vacunas causan problemas, se identifican dentro de los dos meses siguientes, usualmente en unos días.
MITO 5
Es mejor que las personas jóvenes y sanas confíen en su propio sistema inmunitario y no se arriesguen a recibir la vacuna
REALIDAD: Es importante sopesar el riesgo de la vacuna contra el riesgo de la COVID-19.
Observa lo que está sucediendo en todo el país. La COVID-19 está aumentando entre las personas no vacunadas. En las comunidades con bajas tasas de vacunación, miles de personas se enferman y mueren, y los hospitales se están quedando sin camas en cuidados intensivos. Jóvenes que antes gozaban de buena salud fueron conectados a un respirador, y algunos murieron. Muchos de los que sobreviven a la COVID-19, 10 % a 30 %, padecen síntomas persistentes, especialmente fatiga y confusión mental que les impide trabajar.
Compara esto con los efectos secundarios de la vacuna. Algunas personas se sienten un poco de fiebre o cansancio por un día; la mayoría no tiene síntomas más allá de un poco de dolor en el brazo. Las reacciones alérgicas graves ocurren en una de cada 100,000 vacunas, pero se manifiestan enseguida y se pueden revertir rápidamente con medicamentos; por esto es que se debe observar durante 15 minutos después de la inoculación.
Las enfermedades graves asociadas con las vacunas contra COVID-19, coágulos de sangre e inflamación del corazón, son extremadamente raras después de la vacunación. Ambas afecciones son mucho más propensas a ocurrir como resultado de la infección por coronavirus.
Y sí, es cierto que los jóvenes sanos a menudo solo experimentan síntomas leves de COVID-19 (aunque, de nuevo, algunos se enferman gravemente). Pero no vives solo en una isla tropical, e incluso si tu salud es buena, puedes infectar a alguien que no le iría tan bien. ¿En realidad quieres ser responsable de enfermar a un ser querido, o incluso a un extraño?
Nada en la vida está libre de riesgos. Pero la vacunación contra la COVID-19 es un caso claro donde los beneficios superan con creces los riesgos.
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